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Criterio de credibilidad como rigurosidad científica en el marco de los estudios cualitativos
La
preocupación por establecer ciertos cánones de rigurosidad científica en el
marco de los estudios cualitativos, que hagan "creíbles" los hallazgos
a los que se arriba, está presente en todos los autores analizados. De hecho,
éste parece ser el foco de atención principal al que apunta una parte
importante de los esfuerzos de delimitación de las características de la
investigación cualitativa: la sistematización y explicitación de los
procedimientos a seguir en la investigación propiamente tal.
En un primer acercamiento, al abordar el desarrollo del tema es posible percatarse de que la credibilidad de los hallazgos de los estudios cualitativos tiene, sin duda, una relación directa, primero con el reconocimiento del estatus científico de sus métodos, y segundo, con un juicio al ajuste de la investigación a los procedimientos científicos definidos para orientar sus procesos. En este sentido, la presentación hecha en las páginas anteriores -sobre los paradigmas teórico/metodológicos- permite dar por superado el primer punto; no así el segundo que es el objeto del presente artículo.
En relación a dicha dimensión de los debates, es posible encontrar en la literatura especializada dos grandes perspectivas que se diferencian de acuerdo al lugar desde donde se plantean los criterios: sea desde la búsqueda de diferenciación y distanciamiento de los criterios de confiabilidad y validez propios de la tradición positivista o desde los fundamentos epistemológicos propios de la metodología cualitativa, que son los que interesan y se recogen en el análisis en curso.
A modo de ejemplo de la primera perspectiva, se encuentra Flick (2004), quien asimila la rigurosidad de la investigación cualitativa a la posibilidad de que sus resultados sean transferibles a otros contextos (confiabilidad), para así esbozar una generalización que otorgue mayor amplitud en la mencionada validez. De este modo, la validez aparece como el concepto central a definir y al mismo tiempo el más complejo, puesto que establece el sentido general de justificación del paradigma metodológico cualitativo. En la misma línea, Rada (2006) realiza una propuesta muy similar en cuanto a clasificación de criterios de rigurosidad cualitativa, proponiendo como criterios de calidad de la investigación cualitativa los de credibilidad o valor de verdad, la confirmabilidad o neutralidad, la transferibilidad o aplicabilidad, la consistencia o dependencia, junto a la contribución a la solución de problemas. De igual forma, Luego González (2010), en el análisis de la rigurosidad científica de los estudios cualitativos, recurre a la noción de validez, llegando a recopilar una amplia gama de definiciones que darían cuenta de su presencia en los procesos investigativos.
En la segunda perspectiva, donde se aborda la definición de criterios de rigor científico según patrones propios, generados desde el interior de la actividad científica cualitativa, en conformidad y ajuste a sus propios fines y supuestos, surge como criterio clave y diferenciador el de "credibilidad", "auditabilidad", "transparencia" o "confirmabilidad", por sobre los de confiabilidad y validez positivistas.
Existen algunas confusiones en relación a los criterios de rigor científico en la investigación naturalista -señala Scott (1991)- ya que se ha dicho erróneamente que las investigaciones de laboratorio -experimentales- son más rigurosas que las de naturaleza cualitativa.
Para asegurar que se cumplan los procedimientos tal como fueron diseñados en el marco cualitativo, Flick (2004) y Schwandt y Halpern (1988), entre otros, sugieren como mecanismo de control el concepto de "auditabilidad", proveniente del ámbito financiero, en tanto sirve para construir una vía de aseguramiento de coherencia procedimental, conocido también con el nombre de "confirmabilidad", entendida como la posibilidad de que -con la misma información recogida- diferentes investigadores lleguen a conclusiones similares, cuestión problemática que planteábamos en el inicio de este artículo como una de las críticas reiteradas al método cualitativo.
Al respecto, Guba y Lincoln (1985) y Castillo y Vásquez (2003), en forma consistente con uno de los planteamientos centrales de los métodos cualitativos, según el cual el investigador es el recurso fundamental de credibilidad, señalan que ésta vendría a ser una habilidad particular de los investigadores que les permitiría seguir la pista del modo en que otro autor llegó a afirmar determinado resultado, basados en la revisión de los registros y la documentación pertinente, la que a su vez ha de contar con óptimos estándares de claridad y orden.
En este punto -el de la credibilidad-, Cádiz (2006) y Castillo y Vásquez (2003) plantean que ésta se logra cuando los sujetos informantes otorgan reconocimiento a las deducciones que los investigadores han hecho de sus aportes. Por lo tanto, para que un estudio sea creíble en ese sentido, quienes participan en la aportación de datos deben ser consultados una vez que las conclusiones han sido elaboradas, y si los informantes validan dicho resultado, sólo entonces puede calificarse como creíble un proceso investigativo.
En un primer acercamiento, al abordar el desarrollo del tema es posible percatarse de que la credibilidad de los hallazgos de los estudios cualitativos tiene, sin duda, una relación directa, primero con el reconocimiento del estatus científico de sus métodos, y segundo, con un juicio al ajuste de la investigación a los procedimientos científicos definidos para orientar sus procesos. En este sentido, la presentación hecha en las páginas anteriores -sobre los paradigmas teórico/metodológicos- permite dar por superado el primer punto; no así el segundo que es el objeto del presente artículo.
En relación a dicha dimensión de los debates, es posible encontrar en la literatura especializada dos grandes perspectivas que se diferencian de acuerdo al lugar desde donde se plantean los criterios: sea desde la búsqueda de diferenciación y distanciamiento de los criterios de confiabilidad y validez propios de la tradición positivista o desde los fundamentos epistemológicos propios de la metodología cualitativa, que son los que interesan y se recogen en el análisis en curso.
A modo de ejemplo de la primera perspectiva, se encuentra Flick (2004), quien asimila la rigurosidad de la investigación cualitativa a la posibilidad de que sus resultados sean transferibles a otros contextos (confiabilidad), para así esbozar una generalización que otorgue mayor amplitud en la mencionada validez. De este modo, la validez aparece como el concepto central a definir y al mismo tiempo el más complejo, puesto que establece el sentido general de justificación del paradigma metodológico cualitativo. En la misma línea, Rada (2006) realiza una propuesta muy similar en cuanto a clasificación de criterios de rigurosidad cualitativa, proponiendo como criterios de calidad de la investigación cualitativa los de credibilidad o valor de verdad, la confirmabilidad o neutralidad, la transferibilidad o aplicabilidad, la consistencia o dependencia, junto a la contribución a la solución de problemas. De igual forma, Luego González (2010), en el análisis de la rigurosidad científica de los estudios cualitativos, recurre a la noción de validez, llegando a recopilar una amplia gama de definiciones que darían cuenta de su presencia en los procesos investigativos.
En la segunda perspectiva, donde se aborda la definición de criterios de rigor científico según patrones propios, generados desde el interior de la actividad científica cualitativa, en conformidad y ajuste a sus propios fines y supuestos, surge como criterio clave y diferenciador el de "credibilidad", "auditabilidad", "transparencia" o "confirmabilidad", por sobre los de confiabilidad y validez positivistas.
Existen algunas confusiones en relación a los criterios de rigor científico en la investigación naturalista -señala Scott (1991)- ya que se ha dicho erróneamente que las investigaciones de laboratorio -experimentales- son más rigurosas que las de naturaleza cualitativa.
Para asegurar que se cumplan los procedimientos tal como fueron diseñados en el marco cualitativo, Flick (2004) y Schwandt y Halpern (1988), entre otros, sugieren como mecanismo de control el concepto de "auditabilidad", proveniente del ámbito financiero, en tanto sirve para construir una vía de aseguramiento de coherencia procedimental, conocido también con el nombre de "confirmabilidad", entendida como la posibilidad de que -con la misma información recogida- diferentes investigadores lleguen a conclusiones similares, cuestión problemática que planteábamos en el inicio de este artículo como una de las críticas reiteradas al método cualitativo.
Al respecto, Guba y Lincoln (1985) y Castillo y Vásquez (2003), en forma consistente con uno de los planteamientos centrales de los métodos cualitativos, según el cual el investigador es el recurso fundamental de credibilidad, señalan que ésta vendría a ser una habilidad particular de los investigadores que les permitiría seguir la pista del modo en que otro autor llegó a afirmar determinado resultado, basados en la revisión de los registros y la documentación pertinente, la que a su vez ha de contar con óptimos estándares de claridad y orden.
En este punto -el de la credibilidad-, Cádiz (2006) y Castillo y Vásquez (2003) plantean que ésta se logra cuando los sujetos informantes otorgan reconocimiento a las deducciones que los investigadores han hecho de sus aportes. Por lo tanto, para que un estudio sea creíble en ese sentido, quienes participan en la aportación de datos deben ser consultados una vez que las conclusiones han sido elaboradas, y si los informantes validan dicho resultado, sólo entonces puede calificarse como creíble un proceso investigativo.
III.1.
Sobre los criterios de credibilidad, etapas y procesos de investigación
cualitativa
Avanzando en la dirección de especificar los criterios de calidad que sustentan la investigación cualitativa, es posible encontrar un conjunto de autores clásicos que, como tales, sustentan los acuerdos logrados en materia de credibilidad científico-cualitativa de la investigación social y a quienes ha de referirse la evaluación de su rigurosidad. Éstos se presentan a continuación atendiendo a los aportes específicos que cada uno realiza, tanto al debate general planteado como a la determinación de los criterios específicos que han de orientar los distintos procesos y etapas de las prácticas de investigación cualitativa.
Avanzando en la dirección de especificar los criterios de calidad que sustentan la investigación cualitativa, es posible encontrar un conjunto de autores clásicos que, como tales, sustentan los acuerdos logrados en materia de credibilidad científico-cualitativa de la investigación social y a quienes ha de referirse la evaluación de su rigurosidad. Éstos se presentan a continuación atendiendo a los aportes específicos que cada uno realiza, tanto al debate general planteado como a la determinación de los criterios específicos que han de orientar los distintos procesos y etapas de las prácticas de investigación cualitativa.
III.1.1.
La propuesta de M. Scott (1991)
Para Scott (1991), el juicio de credibilidad, en el nivel que nos estamos planteando, se relaciona con la posibilidad de contar con ciertas pautas que permitan evaluar el proceso seguido por los investigadores para llegar a sus conclusiones. Situando el debate, señala además la importancia de no abordar la discusión desde la comparación entre las distintas opciones paradigmáticas, sino desde la perfección con que se aplican los procedimientos definidos en el interior de cada una de ellas.
Este autor distingue dos niveles en que se debe plantear el análisis: uno específico y otro general. En el primer nivel, ubica los criterios de rigor que se vinculan al modo en que se conducen los procedimientos específicos dentro de cada opción metodológica. En el segundo nivel, que considera el más importante para la investigación, estarían los cánones de rigor propios de cualquier investigación que se considere científica, sea o no naturalista.
Situándose en el segundo, desarrolla cuatro criterios de rigurosidad que podrían connotarse como: sistematicidad, consistencia, optimización de la elección de procedimientos y comunicabilidad.
Para el autor: La sistematicidad refiere a la presencia tanto de un desarrollo lógico y ordenado de los procesos de investigación, según lo cual pueda seguirse su línea de razonamiento, como de una metodología en la cual cada paso dé razonablemente lugar al siguiente. La consistencia interna de la investigación está dada por el hecho de que un supuesto o una línea de razonamiento tomado en un componente no podrían deliberadamente contradecir a otro componente sin justificación. La optimización de los procedimientos específicos señala el requerimiento de que éstos sean los del mejor nivel de entre los que se conozcan a la fecha de la investigación, y consistentes con la pregunta planteada. En este punto, sin embargo, admite el uso de procedimientos menos sofisticados en una primera fase, en tanto puedan servir para aportar información nueva en un área de conocimiento desconocida. No obstante ello, a medida que se desarrolla el campo, la proporción de métodos más sofisticados debe ir en aumento, en tanto se adquiera una base de conocimiento más madura. Finalmente, con comunicabilidad define el criterio según el cual la investigación debe ser abierta a la inspección pública, lo que en sí va conformando una masa crítica respecto del área que se está trabajando y de los mismos procedimientos empleados.
Para Scott (1991), el juicio de credibilidad, en el nivel que nos estamos planteando, se relaciona con la posibilidad de contar con ciertas pautas que permitan evaluar el proceso seguido por los investigadores para llegar a sus conclusiones. Situando el debate, señala además la importancia de no abordar la discusión desde la comparación entre las distintas opciones paradigmáticas, sino desde la perfección con que se aplican los procedimientos definidos en el interior de cada una de ellas.
Este autor distingue dos niveles en que se debe plantear el análisis: uno específico y otro general. En el primer nivel, ubica los criterios de rigor que se vinculan al modo en que se conducen los procedimientos específicos dentro de cada opción metodológica. En el segundo nivel, que considera el más importante para la investigación, estarían los cánones de rigor propios de cualquier investigación que se considere científica, sea o no naturalista.
Situándose en el segundo, desarrolla cuatro criterios de rigurosidad que podrían connotarse como: sistematicidad, consistencia, optimización de la elección de procedimientos y comunicabilidad.
Para el autor: La sistematicidad refiere a la presencia tanto de un desarrollo lógico y ordenado de los procesos de investigación, según lo cual pueda seguirse su línea de razonamiento, como de una metodología en la cual cada paso dé razonablemente lugar al siguiente. La consistencia interna de la investigación está dada por el hecho de que un supuesto o una línea de razonamiento tomado en un componente no podrían deliberadamente contradecir a otro componente sin justificación. La optimización de los procedimientos específicos señala el requerimiento de que éstos sean los del mejor nivel de entre los que se conozcan a la fecha de la investigación, y consistentes con la pregunta planteada. En este punto, sin embargo, admite el uso de procedimientos menos sofisticados en una primera fase, en tanto puedan servir para aportar información nueva en un área de conocimiento desconocida. No obstante ello, a medida que se desarrolla el campo, la proporción de métodos más sofisticados debe ir en aumento, en tanto se adquiera una base de conocimiento más madura. Finalmente, con comunicabilidad define el criterio según el cual la investigación debe ser abierta a la inspección pública, lo que en sí va conformando una masa crítica respecto del área que se está trabajando y de los mismos procedimientos empleados.
III.1.2.
La propuesta de Guba (1989)
En la tarea de definir los criterios de credibilidad, Guba (1989) realiza una clara opción por definir para la investigación naturalista sus propios criterios de suficiencia y los métodos que le permiten alcanzarla, aplicándolos con especial énfasis a los procesos de recopilación de la información, análisis e interpretación de la misma. Para él, existen cuatro criterios para juzgar la rigurosidad de un estudio: el valor de verdad, su aplicabilidad, su consistencia y su neutralidad. En cada uno de ellos, el componente clave de evaluación es una suerte de "auto-enjuiciamiento" del rigor en la aplicación de los procedimientos, lo que da cuenta del carácter altamente reflexivo en la investigación.
En este contexto, por valor de verdad se refiere a cómo establecer confianza en la verdad de los descubrimientos, a lo cual se responde con la contrastación de las creencias e interpretaciones del investigador con las creencias e interpretaciones de otras fuentes. Entre estas últimas, las más importantes son las de los participantes, a las que se accede mediante la prolongación del tiempo de contacto, la observación continua, la triangulación, la recopilación de material referencial y comprobaciones entre los participantes, para concluir con una corroboración estructural, en la que se provoca la contrastación de los hallazgos con los participantes. La aplicabilidad o transferibilidad de los resultados a otros contextos la vincula no a la generalización -como es entendida en el marco positivista- sino a la formulación de hipótesis de trabajo que puedan transferirse a otros contextos similares. Para ello, el recurso más importante es la descripción detallada de los contextos en que se generaron los resultados. La consistencia en la investigación cualitativa, por su parte, señala más una característica de dependencia que de estabilidad. Como tal, abarca los elementos de estabilidad de los datos y la rastreabilidad de éstos, proceso en el cual, nuevamente, el componente descriptivo de las condiciones en que éstos se generan, la complementación de las fuentes y la verificación con los participantes es un factor clave para su adecuada interpretación.
La neutralidad entendida como el intento de que los resultados no estén influidos por las motivaciones, intereses e inclinaciones del investigador, la aborda mediante la confirmabilidad de los datos producidos, recurriendo a la triangulación, la reflexión epistemológica y la verificación.
En la tarea de definir los criterios de credibilidad, Guba (1989) realiza una clara opción por definir para la investigación naturalista sus propios criterios de suficiencia y los métodos que le permiten alcanzarla, aplicándolos con especial énfasis a los procesos de recopilación de la información, análisis e interpretación de la misma. Para él, existen cuatro criterios para juzgar la rigurosidad de un estudio: el valor de verdad, su aplicabilidad, su consistencia y su neutralidad. En cada uno de ellos, el componente clave de evaluación es una suerte de "auto-enjuiciamiento" del rigor en la aplicación de los procedimientos, lo que da cuenta del carácter altamente reflexivo en la investigación.
En este contexto, por valor de verdad se refiere a cómo establecer confianza en la verdad de los descubrimientos, a lo cual se responde con la contrastación de las creencias e interpretaciones del investigador con las creencias e interpretaciones de otras fuentes. Entre estas últimas, las más importantes son las de los participantes, a las que se accede mediante la prolongación del tiempo de contacto, la observación continua, la triangulación, la recopilación de material referencial y comprobaciones entre los participantes, para concluir con una corroboración estructural, en la que se provoca la contrastación de los hallazgos con los participantes. La aplicabilidad o transferibilidad de los resultados a otros contextos la vincula no a la generalización -como es entendida en el marco positivista- sino a la formulación de hipótesis de trabajo que puedan transferirse a otros contextos similares. Para ello, el recurso más importante es la descripción detallada de los contextos en que se generaron los resultados. La consistencia en la investigación cualitativa, por su parte, señala más una característica de dependencia que de estabilidad. Como tal, abarca los elementos de estabilidad de los datos y la rastreabilidad de éstos, proceso en el cual, nuevamente, el componente descriptivo de las condiciones en que éstos se generan, la complementación de las fuentes y la verificación con los participantes es un factor clave para su adecuada interpretación.
La neutralidad entendida como el intento de que los resultados no estén influidos por las motivaciones, intereses e inclinaciones del investigador, la aborda mediante la confirmabilidad de los datos producidos, recurriendo a la triangulación, la reflexión epistemológica y la verificación.
III.1.3.
La propuesta de Goetz y LeCompte (1988)
Tomando un camino diferente, estas autoras intentan más bien aplicar los fundamentos de fiabilidad y de validez interna y externa según son conceptualizados en la tradición positivista, de los cuales se diferenciaría la investigación etnográfica por su finalidad. Ésta es la reconstrucción cultural. En esta misma línea se sitúan: Kidder (1981), Kirk y Miller (1985), Miles y Huberman (1984) y Sandelowski (1986).
Para ello, proponen el uso de estrategias constructivas que permitan el develamiento de los constructos analíticos o categorías que sustentan la práctica investigativa, entendido como un "proceso de abstracción, en el que las unidades de análisis se revelan en el transcurso de la observación y la descripción" (Goetz y LeCompte, 1988: 30-31).
Para las autoras, la rigurosidad lograda en la investigación estaría definida en un amplio margen en la etapa de diseño, donde se definen la estrategia básica a seguir, las condiciones de la investigación y la selección de los sujetos (investigadores y participantes). En segundo lugar, se preocupan de los métodos de recopilación y análisis de los datos. Como criterios de credibilidad señalan la fiabilidad interna y externa. Como estrategia de resguardo de la fiabilidad interna, recomiendan emplear descriptores de baja inferencia, varios investigadores, participantes ayudantes, revisión por otros investigadores y datos registrados automáticamente. Para aumentar la fiabilidad externa, plantean la solución de cuatro problemas: los referidos al estatus del investigador, la selección de informantes, las situaciones y condiciones sociales, los constructos y premisas analíticos y los métodos de recogida y análisis de datos. Para evaluar las partes de un informe de investigación, sugieren los criterios: apropiado, claro, comprensivo, creíble, significativo, con su respectivo opuesto en la escala de evaluación.
Tomando un camino diferente, estas autoras intentan más bien aplicar los fundamentos de fiabilidad y de validez interna y externa según son conceptualizados en la tradición positivista, de los cuales se diferenciaría la investigación etnográfica por su finalidad. Ésta es la reconstrucción cultural. En esta misma línea se sitúan: Kidder (1981), Kirk y Miller (1985), Miles y Huberman (1984) y Sandelowski (1986).
Para ello, proponen el uso de estrategias constructivas que permitan el develamiento de los constructos analíticos o categorías que sustentan la práctica investigativa, entendido como un "proceso de abstracción, en el que las unidades de análisis se revelan en el transcurso de la observación y la descripción" (Goetz y LeCompte, 1988: 30-31).
Para las autoras, la rigurosidad lograda en la investigación estaría definida en un amplio margen en la etapa de diseño, donde se definen la estrategia básica a seguir, las condiciones de la investigación y la selección de los sujetos (investigadores y participantes). En segundo lugar, se preocupan de los métodos de recopilación y análisis de los datos. Como criterios de credibilidad señalan la fiabilidad interna y externa. Como estrategia de resguardo de la fiabilidad interna, recomiendan emplear descriptores de baja inferencia, varios investigadores, participantes ayudantes, revisión por otros investigadores y datos registrados automáticamente. Para aumentar la fiabilidad externa, plantean la solución de cuatro problemas: los referidos al estatus del investigador, la selección de informantes, las situaciones y condiciones sociales, los constructos y premisas analíticos y los métodos de recogida y análisis de datos. Para evaluar las partes de un informe de investigación, sugieren los criterios: apropiado, claro, comprensivo, creíble, significativo, con su respectivo opuesto en la escala de evaluación.
III.1.4.
La propuesta de Miles y Huberman (1984)
Estos autores realizan una opción similar, en el sentido de buscar la especificación de procedimientos que se adapten a las metodologías cualitativas, pero con la aspiración de lograr los niveles de validez y confiabilidad: "Se necesitan métodos explícitos y sistemáticos para derivar conclusiones, y para contrastarlas cuidadosamente. Métodos que puedan ser usados para su replicación por otros investigadores, tal como los test de correlación y significancia de los estudios cuantitativos" (Miles y Huberman, 1984:18). En el fondo, lo que para ellos determina el tratamiento especial que se debe dar a los datos es lo que denominan "el carácter resbaladizo de las palabras", dado que éstas son la base de la información en los estudios cualitativos.
La solución que plantean (cuyas etapas y procedimientos se señalaron en páginas anteriores, en este mismo artículo) no es muy diferente del modelo de investigación cuantitativa, recuperando de los métodos cualitativos el carácter iterativo e interactivo del proceso de investigación en sus diferentes partes del proceso. Si bien proponen procedimientos para cada una de las fases que definen el proceso de investigación, su mayor énfasis está puesto en el momento en que se realiza el análisis e interpretación de la información, en donde distinguen y describen procedimientos para sus componentes clave.
Su mayor interés es alcanzar la generalización de los resultados de la investigación cualitativa y la replicabilidad del análisis de datos cualitativos. En este sentido, la pregunta central que intentan responder es: ¿Cómo se pueden extraer significados válidos a partir de un análisis cualitativo; qué métodos que sean prácticos, comunicables, que no nos auto-engañen pueden emplearse?
Estos autores realizan una opción similar, en el sentido de buscar la especificación de procedimientos que se adapten a las metodologías cualitativas, pero con la aspiración de lograr los niveles de validez y confiabilidad: "Se necesitan métodos explícitos y sistemáticos para derivar conclusiones, y para contrastarlas cuidadosamente. Métodos que puedan ser usados para su replicación por otros investigadores, tal como los test de correlación y significancia de los estudios cuantitativos" (Miles y Huberman, 1984:18). En el fondo, lo que para ellos determina el tratamiento especial que se debe dar a los datos es lo que denominan "el carácter resbaladizo de las palabras", dado que éstas son la base de la información en los estudios cualitativos.
La solución que plantean (cuyas etapas y procedimientos se señalaron en páginas anteriores, en este mismo artículo) no es muy diferente del modelo de investigación cuantitativa, recuperando de los métodos cualitativos el carácter iterativo e interactivo del proceso de investigación en sus diferentes partes del proceso. Si bien proponen procedimientos para cada una de las fases que definen el proceso de investigación, su mayor énfasis está puesto en el momento en que se realiza el análisis e interpretación de la información, en donde distinguen y describen procedimientos para sus componentes clave.
Su mayor interés es alcanzar la generalización de los resultados de la investigación cualitativa y la replicabilidad del análisis de datos cualitativos. En este sentido, la pregunta central que intentan responder es: ¿Cómo se pueden extraer significados válidos a partir de un análisis cualitativo; qué métodos que sean prácticos, comunicables, que no nos auto-engañen pueden emplearse?
III.1.5.
La propuesta de Glaser y Strauss (1967)
Estos autores dan un especial énfasis a la generación de teorías a partir de los datos recogidos y elaborados desde la realidad. Para ellos no existe un quiebre fundamental entre el propósito y la capacidad de los métodos o datos cualitativos y los cuantitativos. El quiebre concierne a la primacía del énfasis en la verificación o generalización de la teoría: "Nosotros creemos que cada forma de datos es utilizable para la verificación y la generalización de teoría, depende del énfasis. La primacía depende sólo de las circunstancias de la investigación, del interés y entrenamiento del investigador y del tipo de material que él necesite para su teoría" (Glaser y Strauss, 1967:17). Pero consideran importante centrarse en los datos cualitativos -que, a diferencia de Miles y Huberman, son entendidos en la dimensión de interpretaciones y sentidos- por cuanto los elementos cruciales de la teoría sociológica son hallados frecuentemente con métodos cualitativos.
Partiendo de este hecho y asumiendo la explicitación de procedimientos en el análisis de datos cualitativos como una necesidad, intentan promover con su trabajo la sistematización de la recolección, codificación y análisis de los datos cualitativos para la generación de teoría. Ello, sobre la base de un cuestionamiento a la aplicabilidad de los criterios y cánones de rigor científico cuantitativos, como criterios apropiados para juzgar la credibilidad de la teoría basada en investigación flexible: "Queremos sugerir que los criterios de juicio se basen en el detalle de los elementos de las estrategias actuales usadas en la recolección, codificación, análisis, y presentación de los datos que generaron la teoría, y sobre la manera en que las personas leen la teoría" (Glaser y Strauss, 1967:224).
Situados ya en el terreno de dilucidar las pautas para evaluar la credibilidad de los hallazgos, plantean dos problemas centrales: primero, lograr que los lectores comprendan la estructura de la teoría (correspondientemente con su enfoque del carácter de la investigación cualitativa), y segundo, describir los datos tan vívidamente, como apuntan Glaser y Strauss (1967), que los lectores logren vincular los hallazgos -que han sido planteados en forma de teorías básicas- con la vivencia y percepciones de las personas con quiénes se ha desarrollado la investigación. Ambos problemas tienen que ver principalmente con el proceso de comunicación de los resultados. De hecho, al desarrollar los criterios de rigurosidad, su centro de preocupación lo constituye el entregar al lector herramientas para evaluar los trabajos desarrollados bajo la Grounded Theory, según los procedimientos y principios que rigen su acción.
Estos autores dan un especial énfasis a la generación de teorías a partir de los datos recogidos y elaborados desde la realidad. Para ellos no existe un quiebre fundamental entre el propósito y la capacidad de los métodos o datos cualitativos y los cuantitativos. El quiebre concierne a la primacía del énfasis en la verificación o generalización de la teoría: "Nosotros creemos que cada forma de datos es utilizable para la verificación y la generalización de teoría, depende del énfasis. La primacía depende sólo de las circunstancias de la investigación, del interés y entrenamiento del investigador y del tipo de material que él necesite para su teoría" (Glaser y Strauss, 1967:17). Pero consideran importante centrarse en los datos cualitativos -que, a diferencia de Miles y Huberman, son entendidos en la dimensión de interpretaciones y sentidos- por cuanto los elementos cruciales de la teoría sociológica son hallados frecuentemente con métodos cualitativos.
Partiendo de este hecho y asumiendo la explicitación de procedimientos en el análisis de datos cualitativos como una necesidad, intentan promover con su trabajo la sistematización de la recolección, codificación y análisis de los datos cualitativos para la generación de teoría. Ello, sobre la base de un cuestionamiento a la aplicabilidad de los criterios y cánones de rigor científico cuantitativos, como criterios apropiados para juzgar la credibilidad de la teoría basada en investigación flexible: "Queremos sugerir que los criterios de juicio se basen en el detalle de los elementos de las estrategias actuales usadas en la recolección, codificación, análisis, y presentación de los datos que generaron la teoría, y sobre la manera en que las personas leen la teoría" (Glaser y Strauss, 1967:224).
Situados ya en el terreno de dilucidar las pautas para evaluar la credibilidad de los hallazgos, plantean dos problemas centrales: primero, lograr que los lectores comprendan la estructura de la teoría (correspondientemente con su enfoque del carácter de la investigación cualitativa), y segundo, describir los datos tan vívidamente, como apuntan Glaser y Strauss (1967), que los lectores logren vincular los hallazgos -que han sido planteados en forma de teorías básicas- con la vivencia y percepciones de las personas con quiénes se ha desarrollado la investigación. Ambos problemas tienen que ver principalmente con el proceso de comunicación de los resultados. De hecho, al desarrollar los criterios de rigurosidad, su centro de preocupación lo constituye el entregar al lector herramientas para evaluar los trabajos desarrollados bajo la Grounded Theory, según los procedimientos y principios que rigen su acción.
III.1.6.
La propuesta de Corbin y Strauss (1990)
Si Glaser y Strauss enfatizan el diseño, Corbin y Strauss se centran fundamentalmente en el aporte de criterios para la evaluación de la calidad de los reportes de investigación. Es así como sugieren que, al enfrentarse a una publicación de una investigación que pretende generar, elaborar o contrastar una teoría, el lector puede distinguir cuatro aspectos. En primer lugar, puede juzgar la validez; en segundo lugar, puede juzgar la confiabilidad y credibilidad de los datos; en tercer lugar, puede juzgar la adecuación del proceso de investigación con la teoría generada, elaborada o contrastada, y en cuarto lugar puede juzgar el fundamento empírico de los hallazgos de la investigación.
Con respecto a la validez, confiablidad y credibilidad de los datos, señalan que, asumiendo que difícilmente el lector va a poder emitir un juicio sobre la obtención del análisis ya que no está presente en las sesiones analíticas ni en su secuencia, los investigadores tienen la responsabilidad de remediar esto en parte, proporcionando información sobre los criterios que emplean, lo que remite al criterio de "transparencia" en la investigación cualitativa.
Para la evaluación de la adecuación del proceso de investigación con la teoría, los autores proponen siete criterios que se refieren a la adecuación en la selección teórica de la muestra, el ajuste de la recopilación de información a los enunciados teóricos de la investigación, y especialmente se focalizan en la adecuada sistematicidad y explicitación del procedimiento de derivación de las categorías que van a dar paso a las teorías fundantes (grounded theory). Estos criterios son:
1. Cómo se seleccionó la muestra inicial, sobre qué base.
2. Cuáles son las principales categorías que emergieron.
3. Cuáles son los principales incidentes, eventos o acciones que llevaron a alguna de esas categorías.
4. Sobre la base de qué categorías teóricas se seleccionó la muestra; cómo esas formulaciones teóricas orientaron la recolección de datos; luego de que la muestra teórica fuera constituida, cómo se representaron en ella las categorías.
5. Cuáles fueron las hipótesis pertinentes a la relación entre las categorías; sobre qué base fueron formuladas y contrastadas.
6. Cuando en una instancia las hipótesis no prosperaron, qué se observó en cambio, en qué consistió la discrepancia, cómo afectó ello la hipótesis.
7. Cómo y por qué fueron seleccionadas las categorías; si la selección fue gradual, difícil o fácil; sobre qué base se tomó la decisión de análisis final; cómo se hizo extensivo el "poder explicativo" en relación a los fenómenos después del estudio y si la "relevancia", como discusión, figuró tempranamente en la decisión.
En relación a la evaluación de los fundamentos empíricos de los hallazgos, señalan otros siete criterios que se centran fundamentalmente en la consistencia interna de la teoría derivada, su relación con los datos empíricos y la relevancia de los hallazgos, lo cual remite especialmente a los procesos de análisis, interpretación, derivación de conceptos e integración. Los siete criterios mencionados son:
1. Si se han generado conceptos; si éstos son originados por una actividad de codificación o categorización; cuáles son sus supuestos.
2. Si los conceptos son descritos sistemáticamente; si se ha establecido una relación entre ellos; si esa relación es desarrollada sistemáticamente; si las relaciones se presentan como una lista de hipótesis, un conjunto de proposiciones o en otros términos formales.
3. Si hay muchas o pocas relaciones conceptuales y si las categorías son bien desarrolladas; si las categorías tienen densidad conceptual.
4. Si hay suficiente variación dentro de la teoría. Según sea el fenómeno, ésta puede ser singular o multidimensional.
5. Si están las mayores condiciones que afectan al fenómeno en el estudio; si están integradas y construidas dentro de su explicación.
6. Si ha sido tomado en cuenta el proceso.
7. Si los hallazgos teóricos parecen significativos y extensibles.
Si Glaser y Strauss enfatizan el diseño, Corbin y Strauss se centran fundamentalmente en el aporte de criterios para la evaluación de la calidad de los reportes de investigación. Es así como sugieren que, al enfrentarse a una publicación de una investigación que pretende generar, elaborar o contrastar una teoría, el lector puede distinguir cuatro aspectos. En primer lugar, puede juzgar la validez; en segundo lugar, puede juzgar la confiabilidad y credibilidad de los datos; en tercer lugar, puede juzgar la adecuación del proceso de investigación con la teoría generada, elaborada o contrastada, y en cuarto lugar puede juzgar el fundamento empírico de los hallazgos de la investigación.
Con respecto a la validez, confiablidad y credibilidad de los datos, señalan que, asumiendo que difícilmente el lector va a poder emitir un juicio sobre la obtención del análisis ya que no está presente en las sesiones analíticas ni en su secuencia, los investigadores tienen la responsabilidad de remediar esto en parte, proporcionando información sobre los criterios que emplean, lo que remite al criterio de "transparencia" en la investigación cualitativa.
Para la evaluación de la adecuación del proceso de investigación con la teoría, los autores proponen siete criterios que se refieren a la adecuación en la selección teórica de la muestra, el ajuste de la recopilación de información a los enunciados teóricos de la investigación, y especialmente se focalizan en la adecuada sistematicidad y explicitación del procedimiento de derivación de las categorías que van a dar paso a las teorías fundantes (grounded theory). Estos criterios son:
1. Cómo se seleccionó la muestra inicial, sobre qué base.
2. Cuáles son las principales categorías que emergieron.
3. Cuáles son los principales incidentes, eventos o acciones que llevaron a alguna de esas categorías.
4. Sobre la base de qué categorías teóricas se seleccionó la muestra; cómo esas formulaciones teóricas orientaron la recolección de datos; luego de que la muestra teórica fuera constituida, cómo se representaron en ella las categorías.
5. Cuáles fueron las hipótesis pertinentes a la relación entre las categorías; sobre qué base fueron formuladas y contrastadas.
6. Cuando en una instancia las hipótesis no prosperaron, qué se observó en cambio, en qué consistió la discrepancia, cómo afectó ello la hipótesis.
7. Cómo y por qué fueron seleccionadas las categorías; si la selección fue gradual, difícil o fácil; sobre qué base se tomó la decisión de análisis final; cómo se hizo extensivo el "poder explicativo" en relación a los fenómenos después del estudio y si la "relevancia", como discusión, figuró tempranamente en la decisión.
En relación a la evaluación de los fundamentos empíricos de los hallazgos, señalan otros siete criterios que se centran fundamentalmente en la consistencia interna de la teoría derivada, su relación con los datos empíricos y la relevancia de los hallazgos, lo cual remite especialmente a los procesos de análisis, interpretación, derivación de conceptos e integración. Los siete criterios mencionados son:
1. Si se han generado conceptos; si éstos son originados por una actividad de codificación o categorización; cuáles son sus supuestos.
2. Si los conceptos son descritos sistemáticamente; si se ha establecido una relación entre ellos; si esa relación es desarrollada sistemáticamente; si las relaciones se presentan como una lista de hipótesis, un conjunto de proposiciones o en otros términos formales.
3. Si hay muchas o pocas relaciones conceptuales y si las categorías son bien desarrolladas; si las categorías tienen densidad conceptual.
4. Si hay suficiente variación dentro de la teoría. Según sea el fenómeno, ésta puede ser singular o multidimensional.
5. Si están las mayores condiciones que afectan al fenómeno en el estudio; si están integradas y construidas dentro de su explicación.
6. Si ha sido tomado en cuenta el proceso.
7. Si los hallazgos teóricos parecen significativos y extensibles.
III.1.8.
La propuesta de Krause (1994) y Pérez (1994)
En base a los análisis y propuestas de rigor científico de los clásicos, otros autores han avanzado en sistematizaciones y complementaciones, entre las cuales se rescatan aquí las de Mariane Krause y Gloria Pérez Serrano.
Para Krause (1994), la calidad de la investigación cualitativa ha de desarrollarse y evaluarse atendiendo a un conjunto de criterios que devienen de su propia naturaleza y método. El primero es el de densidad y profundidad en la descripción de los hallazgos. El segundo, su aplicabilidad/utilidad; el tercero es la transparencia y contextualidad con que se entrega y presenta la información; el cuarto, el resguardo de la intersubjetividad que debe estar presente en los procesos de construcción de la interpretación y su comunicación; el quinto, la representatividad de los sistemas categoriales emergentes, en relación a los datos recopilados; finalmente, el criterio de generalización entendido como abstracción conceptual del sistema teórico resultante de la investigación.
Finalmente, tomando los aportes de Pérez (1994), para quien el criterio de confirmabilidad "se traduce en el acuerdo de interobservadores en la descripción de los fenómenos, dilucidación de los significados y generalización de las conclusiones." (Pérez, 1994:94), es posible rescatar un conjunto de criterios que, llevados a la práctica investigativa, han de preservar la calidad de sus procesos y resultados.
En base a los análisis y propuestas de rigor científico de los clásicos, otros autores han avanzado en sistematizaciones y complementaciones, entre las cuales se rescatan aquí las de Mariane Krause y Gloria Pérez Serrano.
Para Krause (1994), la calidad de la investigación cualitativa ha de desarrollarse y evaluarse atendiendo a un conjunto de criterios que devienen de su propia naturaleza y método. El primero es el de densidad y profundidad en la descripción de los hallazgos. El segundo, su aplicabilidad/utilidad; el tercero es la transparencia y contextualidad con que se entrega y presenta la información; el cuarto, el resguardo de la intersubjetividad que debe estar presente en los procesos de construcción de la interpretación y su comunicación; el quinto, la representatividad de los sistemas categoriales emergentes, en relación a los datos recopilados; finalmente, el criterio de generalización entendido como abstracción conceptual del sistema teórico resultante de la investigación.
Finalmente, tomando los aportes de Pérez (1994), para quien el criterio de confirmabilidad "se traduce en el acuerdo de interobservadores en la descripción de los fenómenos, dilucidación de los significados y generalización de las conclusiones." (Pérez, 1994:94), es posible rescatar un conjunto de criterios que, llevados a la práctica investigativa, han de preservar la calidad de sus procesos y resultados.
IV.
A modo de síntesis integrativa
Llegados
a este punto del análisis, no cabe sino constatar el hecho de que la pregunta
por la rigurosidad de la investigación cualitativa no sólo ha sido abordada en
extensión y profundidad, sino que presenta grados de consistencia y coherencia
de criterios entre los autores, en los cuales se manifiestan también los altos
grados de madurez y contundencia metodológica y científica de los métodos
cualitativos de investigación.
Mirado desde esta perspectiva, no se trataría entonces de aplicar los criterios de investigación cuantitativo-positivista al ámbito de los estudios cualitativo-interpretativos, sino de un campo específico de investigación, cuyo sustento metodológico se ha desarrollado atendiendo tanto a su fundamento epistemológico como a los fines que orientan sus prácticas, procesos y procedimientos.
Así, el investigador que se adentra en el desarrollo de una investigación cualitativa ha de constatar que, dado el actual estado de avance y consolidación teórico-metodológico de cada una de las opciones, la decisión tiene mucho más que ver con la naturaleza del objeto y las dimensiones de realidad que se busca abordar en la investigación que con aspiraciones de rigurosidad que, históricamente, eran resueltas casi exclusivamente por la investigación cuantitativo-positivista.
Tal vez resulte pertinente destacar en este punto que, como señalan Castillo y Vásquez (2003), en la actualidad, disciplinas del área de la salud, que tradicionalmente han basado sus investigaciones en métodos cuantitativos, están empleando metodología cualitativa como la etnografía, la teoría fundamentada o la fenomenología para comprender temáticas que resulta imposible entender de manera cuantitativa. Así, por ejemplo, mediante el análisis cualitativo se pueden abordar factores determinantes en la salud tales como la calidad del cuidado.
Según nuestro análisis, y aquí adquiere sentido la detallada revisión hecha a los autores, no hay un trabajo -sino varios- que han especificado de manera coherente, lógica y clara, los procesos, etapas, procedimientos y técnicas posibles de seguir en un estudio de corte cualitativo que pretenda ajustarse a estándares de rigor científico.
Al preguntarnos por la rigurosidad de los métodos, es probable que hoy resulte menos difícil concordar en la idea de que diferentes modos de investigación requieran diferentes criterios de evaluación de su rigurosidad científica, en tanto éstos sean públicos, asequibles, comprensibles, coherentes y fundados en las propias determinantes del campo teóricometodológico elegido por el investigador.
Mirado desde esta perspectiva, no se trataría entonces de aplicar los criterios de investigación cuantitativo-positivista al ámbito de los estudios cualitativo-interpretativos, sino de un campo específico de investigación, cuyo sustento metodológico se ha desarrollado atendiendo tanto a su fundamento epistemológico como a los fines que orientan sus prácticas, procesos y procedimientos.
Así, el investigador que se adentra en el desarrollo de una investigación cualitativa ha de constatar que, dado el actual estado de avance y consolidación teórico-metodológico de cada una de las opciones, la decisión tiene mucho más que ver con la naturaleza del objeto y las dimensiones de realidad que se busca abordar en la investigación que con aspiraciones de rigurosidad que, históricamente, eran resueltas casi exclusivamente por la investigación cuantitativo-positivista.
Tal vez resulte pertinente destacar en este punto que, como señalan Castillo y Vásquez (2003), en la actualidad, disciplinas del área de la salud, que tradicionalmente han basado sus investigaciones en métodos cuantitativos, están empleando metodología cualitativa como la etnografía, la teoría fundamentada o la fenomenología para comprender temáticas que resulta imposible entender de manera cuantitativa. Así, por ejemplo, mediante el análisis cualitativo se pueden abordar factores determinantes en la salud tales como la calidad del cuidado.
Según nuestro análisis, y aquí adquiere sentido la detallada revisión hecha a los autores, no hay un trabajo -sino varios- que han especificado de manera coherente, lógica y clara, los procesos, etapas, procedimientos y técnicas posibles de seguir en un estudio de corte cualitativo que pretenda ajustarse a estándares de rigor científico.
Al preguntarnos por la rigurosidad de los métodos, es probable que hoy resulte menos difícil concordar en la idea de que diferentes modos de investigación requieran diferentes criterios de evaluación de su rigurosidad científica, en tanto éstos sean públicos, asequibles, comprensibles, coherentes y fundados en las propias determinantes del campo teóricometodológico elegido por el investigador.
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